".....la perrilla, se sentaba enfrente de mì, sobre sus dos patas de atràs, y me miraba, con la cabeza ladeada, con sus dos ojillos castaños muy despiertos, yo le hablaba y ella, como si quisiese entenderme mejor, levantaba un poco las orejas; cuando me callaba aprovechaba para dar unas carreras detrás de los saltamontes, o simplemente para cambiar de postura.
Cuando me marchaba, sin saber por què, habìa de volver la cabeza hacia la piedra, como para despedirme, y hubo un día que debiò parecerme tan triste mi marcha, que no tuve mas suerte que volver sobre mis pasos a sentarme de nuevo. La perra volviò a echarse frente a mí y volviò a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía la mirada de los confesores, escrutadora y frìa, como dicen que es la de los linces...un temblor recorriò todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba salirme por los brazos. El pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguìa miràndome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuera a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas, de tal manera que veìa llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal.
Cogí la escopeta y disparè; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra."
LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE
CAMILO JOSÉ CELA