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DaniloAlberoVergara 9/18/2017 12:00:16 a.m.
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Capa, Hemingway y París
Danilo Albero Vergara escritor argentinos
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Tags literatura literatura latinoamericana relatos ensayos literarios Danilo Albero Vergara escritores argentinos escritores latinoamericanos narrativa argentina
 
Literatura latinoamericana, relatos, ensayos literarios
 

En uno de los libros de Robert Capa aparece la reproducción facsimilar de una nota manuscrita por Hemingway, con varias tachaduras y correcciones. Para los fanáticos del escritor es una perla, muestra cómo escribía -y corregía- a mano. Un detalle curioso: los puntos los marcaba con una x encerrada en un círculo.

La nota, fechada el 27 de mayo de 1954 dice: "Era un buen amigo y un gran y bravo fotógrafo. Es una mala suerte que las estadísticas se las hayan tomado con él. Y es muy malo para Capa. El tenía tanta vida que hoy es un largo y duro día para hacerse a la idea de que está muerto".

Capa llegó a París, en 1933, huyendo del ascenso de los nazis en Alemania. En ese momento no se llamaba Robert Capa sino André Friedmann; en 1935, aleccionado por su novia -también fotógrafa- Gerda Taro decidió autobautizarse Robert Capa para vender a mejor precio sus fotos. La idea de Gerda fue ofrecer esas fotos como las "de un excéntrico y conocido millonario norteamericano que ama la profesión pero que desea permanecer de incógnito". El resto es conocido, una toma: En 1936 durante la guerra civil española, la imagen congelada de un miliciano que cae al momento de recibir un disparo. Tres años más tarde la revista británica "Picture Post" publicó 12 fotos de Capa sobre la contienda y lo aclamó como "el mejor fotógrafo del mundo". Hemingway ya era famoso por sus cuentos, novelas -casi todos traducidos a varias lenguas- y artículos de prensa. Está documentado que los dos estuvieron juntos noviembre de 1938, en la ofensiva del Ebro.

André Friedmann había logrado en 1931, a los 18 años, un par de fotos que marcarían su estilo, estaba exilado en Berlín y trabajaba en la sala de revelado de "Ullstein Eterprises" -un grupo de revistas pioneras en fotoperiodismo-. En cierto momento llegó una noticia bomba: Trotsky daría un discurso en Amsterdam y la única persona que estaba en las oficinas en ese momento era él. André Friedman, partió con un pasaje de primera clase. Y dije "fotos que marcarían su estilo", porque fueron el borrador de lo que sería su estética y de su modus operandi, según sus palabras: "Nadie podía sacar fotos de Trotsky, porque a él no le gustaba... Había montones de fotógrafos con sus enormes cámaras de cajón pero no los dejaban entrar. Yo tenía mi pequeña Leica en el bolsillo y nadie pensó que era fotógrafo. En un momento se abrieron paso unos obreros con unos caños, me sumé al grupo, entré al salón, me acerqué todo lo que pude al estrado y lo enfoqué a Trotsky". Así de simple, colarse y estar lo más cerca posible del evento o a la noticia.

Además, su viaje en un coche de primera clase del expreso Berlín-Amsterdam fue parte de su vida de un, digamos, "semiapátrida": André Friedmann era judío húngaro exilado en Alemania, tenía pasaporte pero no la visa para realizar el viaje: "Cuando el inspector me pidió mi pasaporte y visa, le extendí el pasaporte, el menú del coche salón y varios papeles llenos de sellos que se veían imponentes. Lo apabullé con un discurso en húngaro y mi deplorable alemán. El inspector sacudió la cabeza aturdido, me hizo un gesto con la mano y siguió su camino". Para un judío húngaro en una Europa ocupada por los nazis su próximo destino sería los Estados Unidos; siempre con papeles y certificados provisorios.

Recién después del desembarco aliado en Sicilia, Robert Capa consiguió la nacionalidad y pasaporte estadounidense.

Me adelanté a la historia: de España, Robert Capa regresó solo. Gerda Taro, una de las primeras fotoperiodistas y fotógrafas de guerra, murió en 1937 en la batalla de Brunete. El próximo destino de Capa fue Hangchow para cubrir la guerra chino-japonesa. Aquí ya se ve clara lo que fue su estética "If your pictures aren't good enough, you're not close enough" (“si tus imágenes no son los suficientemente buenas, no estás lo suficientemente cerca”). Una serie de fotos del bombardeo de la ciudad solo registra caras: en la calle, en las ventanas; todas miran hacia el cielo esperando la caída de las bombas. Con sus imágenes contaba lo que Hemingway llamó "teoría del iceberg", narrar parte de la historia y que el lector coloque lo que falta o lo imagine. Y esto vale para relatos, fotos y pinturas -Velázquez dio fe de ello en "Las Meninas".

Capa y Hemingway coincidieron en Londres en vísperas del desembarco de Normandía. Capa ya había contado que la amistad comenzó en España durante la guerra civil, cuando él era un joven y desconocido reportero fotográfico, "Todo el mundo lo llamaba 'Papa' y pronto lo adopté como padre".

El lugar del reencuentro: la fiesta que dio Capa en su departamento de Londres.

Los dos atractivos de esa fiesta fueron la "canilla libre" y la asistencia del escritor: "Con la garantía de tragos gratis y la presencia de Hemingway, el éxito estaba asegurado; compré una pecera, varias botellas de brandy, cinco de gin, dos de scotch, media docena de duraznos y una caja de botellas de champagne. Puse los duraznos en la pecera, vertí el brandy el gin, el scotch y las botellas de champagne. Todo estaba listo... a las cuatro de la mañana llegamos a los duraznos". Hemingway se volvió con un doctor en el mismo estado que él y que se ofreció a llevarlo en su auto. Ocurrió lo previsible: se llevaron puesto un farol de alumbrado y Hemingway terminó con varios puntos en la cabeza. Ni bien se enteró, Capa fue a verlo al hospital: "En la sala de emergencias, cuando me oyeron llamarlo 'Papa', pasé a ser conocido como 'Mr. Capa Hemingway' ".

El 6 de junio el fotógrafo y el escritor desembarcaron en Normandía en Omaha Beach. Capa estuvo con la primera oleada en la playa Easy Red. Están sus fotos, muchas de ellas de espaldas a la playa mostrando las barcazas de desembarco y a los soldados a los que ha precedido, o junto a ellos. Otro tanto ocurrió cuando saltó en paracaídas en marzo de 1945 en asalto aerotransportado a la ciudad de Wesel, en varias de sus tomas se alcanzan a ver paracaidistas en el aire.

El desembarco de Hemingway fue en Fox Green y no con la primera oleada. Anthony Burguess, que en su libro sobre el escritor le da con una de cal y una de arena, no le dedica sus mejores páginas a la actuación del escritor como corresponsal de guerra.

Capa y Hemingway cubrieron la liberación de Paris. Los dos amaban la ciudad y su tren de vida. Sus fotos muestran todo tipo de eventos: caras, gestos, la infamia de las mujeres rapadas por "collaboration horizontale" -Sartre diría después que "ellas eran el símbolo de la sumisión"- desfilando con los pechos al aire pintados con la cruz esvástica, muchas de ellas con sus niños "pruebas de la infamia y la sumisión sartreana". Pero, ahora la "teoría del iceberg" no funcionó en ninguno de los dos: el fotógrafo y el escritor. Quizás porque estaban muy ligados afectivamente a la ciudad y a su manera de vivir y al champagne y al vino y a los años de su juventud.

Capa fue uno de los fundadores de la Agencia Magnum en 1947 y era, sin duda, uno de los fotógrafos más importantes del mundo, ahora su espectro de intereses se expandió: artistas, intelectuales, el universo de Hollywood.

Cubrió los enfrentamientos que precedieron y siguieron al nacimiento del estado de Israel.

Escribió su autobiografía Slightly out of focus (Ligeramente desenfocado), más bien, una novela cuyo protagonista era su mejor creación literaria: Robert Capa, y artículos periodísticos donde revela una pluma tan aguda como su cámara. Pero su vida era ser corresponsal de guerra.

En 1954 Capa llegó a Indochina, la derrota era cuestión de tiempo ya había caído Dien Bien Phu y la primera evaluación que recibió de un oficial fue "Viets partout" (vietminhs por todas partes). Una de las últimas evaluaciones de Capa sobre esa guerra sería registrada por otro reportero. Veían una columna de campesinos caminando por una carretera de tierra esquivando un enorme charco y un motociclista militar encaró contra ellos obligándolos a saltar al barro: "ese hijo de puta los acaba de reclutar para el Vietminh".

El 25 de mayo de 1954, Capa acompañaba una columna que se detuvo por temor a una emboscada. Descendió del jeep y se adentró en la espesura en busca de su toma. Su pie dio antes con una mina.

Nunca veremos las fotos que Capa no sacó de la liberación de París, que nos hablen de la otra Francia ocupada por los nazis; país que solo requirió 1500 empleados administrativos y 6000 policías civiles y militares alemanes para garantizar la docilidad de 35 millones de habitantes y envió, de buena voluntad, a judíos franceses a los campos nazis de exterminio -Anthony Beevor y Herbert Lottman han dado cuenta de esta historia-. Capa no sacó las fotos de ese París liberado, que había sido mimado y envidiado por los invasores, muchos de los cuales se jactaban de hablar y leer en el idioma nativo y ser admiradores de la cultura francesa. Las fotos de ese París donde Picasso y Sartre continuaron con su trabajo, tranquilos y en paz; donde Camus publicó El extranjero; donde Edith Piaf y Maurice Chevalier continuaron cantando. Una ciudad donde Sartre estrenó su obra, A puertas cerradas, a teatro lleno el 27 de mayo de 1944, once días antes de que Capa, junto a miles que no vivieron para contarlo, se empaparan en las frías aguas del Canal en el desembarco de Normandía. Una ciudad donde su cámara no encontró las caras famélicas y ropas andrajosas que registró en Sicilia o en Sorrento.

Ernie Pyle, otro famoso corresponsal de guerra, nos dejó las fotos que faltan de la entrada de Capa en la liberación de París, pero con palabras: "Por descontado que los habitantes de París sufrieron durante aquellos cuatro años de oscuridad. Pero no creo que hayan sufrido tanto como habíamos supuesto. Sin duda, no tenían un aspecto tan desaliñado, demacrado y lastimoso como la gente en Italia. De hecho, a mi me daba la impresión de que en tiempos normales no debían tener un aspecto muy diferente al de entonces".

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