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DaniloAlberoVergara 5/3/2021 7:36:23 AM
DaniloAlberoVergara
Perímetro
Danilo Albero Vergara escritor argentino
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Tags literatura literatura latinoamericana literatura hispanoamericana narrativa argentina Danilo Albero Vergara escritores argentinos escritores latinoamericanos novelas de escritores argentinos
 
Literatura, relatos, crítica, comentarios sobre libros.
 

Lizié napas éna balizaze (los ojos no tienen balizamientos o fronteras), dice un proverbio Creole de Islas Mauricio que demanda una paráfrasis para traducirlo. Porque el término naval francés balisage (señalar con balizas, en español balizamiento) equivale a poner límites o fronteras a un espacio marino o, dicho en otras palabras, marcar el perímetro de un lugar del que no se puede entrar o salir.

Perímetro es el contorno de una figura, también puede ser la medida de dicho contorno -el concepto nos aporta una idea de su tamaño- y deriva del griego antiguo perímetros, cuya primera acepción era gran, o grande, en tamaño o belleza. Con este sentido emplea el término Homero en el Canto II de Odisea cuando refiere al tapiz del sudario de su suegro Laertes que Penélope tejía de día y destejía al fin de la jornada: “Así que de día tejía la gran tela y por la noche, colocadas las antorchas a su lado, la destejía”, con la estratagema Penélope logró que los pretendientes, que aspiraban a casarse con ella, esperaran cuatro años hasta que regresó Ulises y los mató.

En el significado actual, podemos concluir que todo perímetro, cuando impide el ingreso o la partida, además acota, pone límites y restricciones; ya en el campo de las matemáticas acotar es determinar medidas y proporciones.

A su vez cualquier figura -o espacio geográfico o urbano- está compuesto por un contorno o perímetro que lo define, una silueta que sería el espacio contenido por el perímetro y definido en un solo color y, un dintorno: detalle minucioso de todas las líneas, colores, matices y texturas que configuran la superficie de una forma; este recurso se utiliza cuando se representa algo que conocemos en detalle. A mediados del siglo XIX, para las potencias coloniales europeas –salvo una pequeña franja costera–, gran parte del interior de África era apenas una procelosa mancha en blanco sobre los mapas -y de algunos de sus ríos que desembocaban sobre la costa, sólo se sabía que su recorrido serpeaba hacia el interior perdiéndose en la espesura-. El resto del continente era desconocido y en los mapas no había nada inscrito, como en la Edad Media, los cartógrafos sucumbieron a su imaginación dibujando en esos espacios –para ellos vacíos aunque los nativos pensaban lo contrario-, animales exóticos: elefantes con la trompa alzada y orejas como descomunales abanicos, cocodrilos con las fauces abiertas, zancudas jirafas o rugientes leones. En este caso, los cartógrafos cambiaron la silueta por dintornos fantasiosos.

Una leyenda cuenta que Sissa, sabio hindú, inventó un juego para devolver la alegría a su rey, desconsolado por la muerte del hijo. El juego consistía en un tablero con 64 casillas y 32 figuritas de madera, cuyos movimientos posibles daban lugar a infinitas variaciones: había nacido el ajedrez; cuando el rey insistió por recompensarlo, Sissa pidió un grano de trigo por el primer casillero, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así sucesivamente. El rey ordenó a los ayudantes que prepararan el pago, horas después le comunicaron que no había esa cantidad de trigo en el mundo ni posibilidad de medirlo, era como contar los granos de arena en la playa.

Hoy, primeros días de mayo 2021, gran parte de la humanidad vive acotada por una pandemia de la cual, como África para los europeos a mediados del siglo XIX, solo conocemos los límites externos; pese a las vacunas, sabemos que, hacia su interior, la posibilidad de contagio es infinita por las mutaciones del virus que pueden tornar obsoletas las vacunas desarrolladas. Como en la historia de Sissa y suel pago al que se comprometió el rey, podemos prever que una persona puede contagiar a dos y esas dos a otras cuatro y esas cuatro en ocho… progresión geométrica frente a la cual la única manera confiable, aunque no segura, es el aislamiento. Y en ese sentido, las medidas profilácticas actuales -y las disposiciones oficiales para llevarlas a cabo, y las maneras de la gente, harta del encierro que aletarga la prudencia para evadirlas- poco difieren a las que Daniel Defoe nos cuenta Diario del año de la peste, tomadas durante la plaga de peste bubónica en Inglaterra a mediados del siglo XVII.

Acotados en perímetros, urbanos y hogareños, nuestros ojos, como en el proverbio Creole de Islas Mauricio, buscan sobrepasar las fronteras, porque el confinamiento define dintornos personales, familiares y hogareños, pasiones y amores que el largo y forzado encierro puede transformar en indiferencia, cuando no en hastío u odio. Dintornos que pueden ser exacerbados con trazos y pinceladas churriguerescos -perímetros en la definición homérica-. Y el único medio al alcance de traspasar nuestros balizamientos es el espacio virtual, encuentros por zoom o sus equivalentes: largas conversaciones por video llamadas vía WhatsApp. El espacio de la web nos libera, o nos encierra porque una de sus acepciones en inglés es telaraña.

Aunque a veces los espacios de los hilos de la telaraña nos permiten traspasarla -ya que no con los ojos, con la imaginación-; la noche del jueves de la semana pasada, mi cuñada me envió una corta filmación por WhatsApp, las mellizas Paula y Giulia, sentadas frente a una mesa hacían los deberes buscando palabras en el Pequeño Larouse Ilustrado -nietas, hijas y sobrinas de libreros, rigor fuera-, de repente una de ellas gritó “¡Yes!”; las dos levantaron un brazo en señal de triunfo e iniciaron una pequeña danza, final de la filmación.

Llamé por teléfono a mi cuñada y le pregunté qué buscaban “era parte de un deber del colegio, debían buscar la definición de perímetro”.





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