El pez virtuoso 9/22/2014
Relatos, textos, literatura, metaliteratura, literatura latinoamericana, Ana Abregú
Asuntos de la vida real que se vuelven imaginarios

Desde el sábado que noté a uno de los peces de los chicos hacer cosas raras. Se zambullía de pico, y se movía como si tuviera los dedos en el enchufe, como si le costara.
Si se quedaba quieto, tendía a flotar, para otra vez intentar un estilo clavado al fondo de la pecera. En esos intentos, a veces le erraba, y se mandaba por el tubo vertical por donde salen las burbujas.
Para mí o andaba queriendo suicidarse o mandar alguna señal de algo, probé meterle un poco de comida pensando que tal vez era el problema.
Pero los peces son glotones, aunque estén atiborrados, seguirán comiendo lo que puedan, sin dar ninguna señal de saciedad.
Cuando el padre de los niños apareció, sentencié: Este bicho se va a morir.
El pez, como si me oyera, hacía la plancha de costado mirándome. Estoy segura que es un signo de que el pez está próximo a expirar, aunque fue difícil descifrar esa mirada de nada; bien podía estar despidiéndose como en estado de meditación trascendental.
Conmovida, me preocupó en este momento, tan inconveniente, tener que lidiar con un espichado, sugerí llevarlo al veterinario.
El padre desestimó la sugerencia, negándose de plano, afirmando que el pez se hacía el artista, que no le pasaba nada, que él ya lo había visto montando esas escenas.
El domingo, no estuve, me la pasé pensando que habría funeral.
Hablé con mi hermana para no llamar directamente preguntándole si no tenía noticias del pez. Qué pez, dijo; con lo que deduje que si no estaba enterada de nada, nada pasó.
Hoy, lunes, llegué y lo primero que hice fue mirar al pez. Hizo cosas igual de raras, pero diferentes, ahora fingía ser un barrefondo vertical, pegaba la boca al vidrio y se desplazaba hacia arriba, hacia abajo, como una babosa pegada al vidrio.
¿Viste?, dijo el padre, está lo más bien, haciéndose el artista.
De no creer. Me la pase vigilándolo, cada vez que pasaba por la pecera, la rutina del pez cambiaba, el repertorio del bicho era realmente notable.
Me resulta difícil admitir que el pez podía estar inquietándome a propósito, prefiero creer que debe ser muy aburrida la vida de la pecera y diseñó una práctica para pasar el tiempo, no sé, quién sabe.
Por un momento, mirándome de frente, por esos escasos segundos que parece que conectaste con el pez, creí ver que una de las comisuras de la boca se ladeaba. ¿El muy cretino se estaría burlando?

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Ana Abregú.

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