Con dirección de Ariel Saénz Tejeira, texto de Funes y la vaca, en el Camarín de las musas, ese espacio para pasarla más que en una puesta en escena.
En esta puesta en escena, el lugar de vida, es la que no se ve, hay una obra ocurriendo, mientras los personajes se mueven en este espacio reducido del adentro, detrás de escena, que a su vez es la escena de la obra.
La atmósfera de agobio, se construye con lo que no está, los diálogos, hacen foco en los deseos de cada personaje que a su vez reaccionan, a favor o en contra, según la construcción imaginaria y la horma de sus propios deseos.
Cada personaje ve en otro algo que desea y parece significar, a la vez, el pegamento que los mantiene juntos.
Los personajes son actores de una función teatral que no vemos, la obra se desarrolla en el carromato con que se trasladan. Ha ocurrido un incidente, se ha interpuesto una vaca. El tamaño del animal establece la cuestión de propósito, intención, signo o accidente.
Paloma reduce la interpelación del público a una visión que la hace percibir que su tiempo es otro; a su vez, las debilidades físicas de León, le permite ir más allá de sí misma, para continuar.
Para Majistry, de horizonte más modesto y resignado, está en algo que debería encontrar, cada vez diferente pero igual, en determinado lugar de los pueblos que visitan.
René, ve en León la persona a quien suplanta, un pasado que era futuro, en el que el supuesto diálogo de la obra que no vemos, ha tenido éxito en Europa.
León es como un recipiente, o de afecto o de frustraciones, por lo que sus acciones, y propio cuerpo, parecen revelar el efecto que provoca la mirada y la definición ajena.
Los lugares y palabras los esquivan, manifiestan los personajes. El objeto del deseo está en un lugar, en un imaginario o en un cuerpo de mujer; la vaca, ha provocado un desajuste temporal, como si hubiera manifestado, como un quiebre, un tiempo real, edad e insatisfacciones de los personajes.
Entre los elementos narrativos de la puesta en escena, el vestuario de época, el hecho de que sólo vemos ropaje de actores de una obra que transcurre en proscenio, incluso el maquillaje y color en las caras, sugestiva insinuación de transfiguración de payasos, deja el enigma de la temporalidad de la escena, ¿en qué época ocurre esto?, ¿acaso hay señales en los elementos escénicos que ofrezcan alguna pista?, serán engañosas marcas, como la mención de la moneda, o son la utilería de la obra que no vemos.
El espectador tendrá que responder por sí mismo si esta es la historia o su reverso, el detrás de escena, la realidad o la construcción.
Por momento irónica, dramática, Funes es un esfuerzo actoral, que comienza antes que el público ingrese.